miércoles, 1 de septiembre de 2010

Nuestros textos... pre-textos para pensar!

Arturo Roig . "Cuento del cuento" (Conferencia, Mendoza1995)


“Para captar cual es la naturaleza y la función de la narrativa – y en particular dentro de ella del cuento popular – es necesario comenzar planteándonos la diferencia que hay entre ‘realidad’ y ‘objetividad’.
Debemos decir a propósito de esto que la primera es algo que de por sí nos excede en todo momento y que de ella tan sólo tenemos desde un punto de vista cognoscitivo, tan sólo una aproximación. El difícil camino de la ciencia nos muestra que la ‘realidad’, en verdad, siempre se nos escapa y se nos escapará aun cuando nuestra aventura de conocimiento esté jalonada de éxitos.
Sin embargo hablamos de la ‘realidad’ sin que nuestro margen de ignorancia nos atemorice y hasta en algunos casos nos hacemos la ilusión de haberla captado.
Pues bien, esos aspectos, esos escorzos, esos cuadros, esos sistemas, esos esquemas, esa teoría mediante los cuales nos hacemos la ilusión de tener una imagen de la ‘realidad’, es lo que se denomina ‘objetividad’.
Y así, mientras que la ‘realidad’ no la construimos y si lo hacemos lo es tan sólo en parte, la ‘objetividad’ es sin más una construcción. La realidad es lo dado, el mundo, los universos, lo que ustedes quieran; la objetividad es un ‘constructo’ que para nosotros vale en cuanto realidad, aun cuando la realidad se nos escape.
Es sin embargo pretensión de la ‘objetividad’ ser una especie de reproducción de la ‘realidad’ a tal extremo que para una actitud ingenua la primera sería un calco de la segunda.
Esto es lo que Jorge Luis Borges nos dice cuando se le ocurrió aquella genial historia del emperador chino que quiso un mapa de la China que fuese exactamente la China. La utopía de la coincidencia plena y perfecta de la objetividad con la realidad se cumplió. ‘...En aquel Imperio, el Arte, la Cartografía, logró tal perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una ciudad; y el Mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo estos mapas desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él’.
¿Pero qué sucedió? Pues que el sueño se desvaneció, la ilusión se destruyó a sí misma o fue destruida por los menos ilusos. Lo que se creyó que era una plena coincidencia entre la ‘realidad’ (la China) y la ‘objetividad’ (el mapa de que se puede hacer de la China) no fue sino un manto ‘inútil’, o por lo menos, una objetividad provisoria como toda objetividad. Y de la objetividad antigua, de las ideas del mundo anteriores, tan sólo quedaron reliquias.
‘Menos adictas al estudio de la Cartografía, las Generaciones siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los Desiertos del oeste perduran – concluye Borges – despedazadas Ruinas y Mapas, habitadas por animales y mendigos: en todo el país no hay otra reliquia que la Disciplina Geográfica’. [J.L. Borges, Historia Universal de la Infamia. Buenos Aires, EMECE,1954, p.131/132].
Cabe que nos preguntemos por qué el mapa fue ‘inútil’. Pues simplemente porque aun cuando coincidiera con la totalidad geográfica, aun cuando recubriera a toda la región, el mapa no era la región. ¿Y qué era o qué es en esta metáfora ingeniosa del mapa? Pues un lenguaje o mejor aun, el lenguaje con el que construimos la objetividad, con el que construimos los conocimientos de todas las cosas que conocemos o creemos conocer.
Y si ese ‘mapa’, o mejor aun ese lenguaje, fue inútil ¿qué debemos hacer? ¿deberíamos renunciar al lenguaje, a la objetividad y quedarnos con la realidad sin más?. Pues desde ya debemos decir que eso es absolutamente imposible. Para nosotros solamente existe la realidad en cuanto mediada por el lenguaje, la realidad no es pues la realidad, sino nuestra realidad, o si ustedes prefieren, nuestra aproximación a la realidad, la que como sabemos será siempre asintótica.
La cuestión se complica un poco más si pensamos que desde tiempos muy lejanos se comenzó a distinguir formas de realidad y modos diferentes de construcción de la objetividad.
En efecto, una cosa era para los antiguos la ‘física’ y otra la ‘ciudad’. La primera se ocupaba, por ejemplo, de los astros, pero la segunda lo hacía respecto de los seres humanos. Por cierto que más de una vez los grandes constructores de sistemas intentaron que sus mapas mentales, sus lenguajes, coincidieran con el territorio, confundiendo mundo objetivo con mundo real, e ignorando aquel fenómeno de mediación del que hablamos. El tiempo se ocupó de convertir en ruinas sus mapas.
Ahora bien esa pretensión o esa exigencia ha adquirido, y adquiere, una particular fuerza cuando se trata de las cosas humanas. Porque también respecto de los seres humanos construimos mapas y lenguaje y creemos haber dado, a través de ellos, con la realidad. Y pretendemos que los demás encajen en los estereotipos, como si todo estereotipo nos entregara la humanidad misma. Y hay casos en que esos constructos han perdurado miles de años, estableciendo mediaciones desde las que se han sostenido relaciones humanas injustas y arbitrarias.
Los lenguajes nos recubren absolutamente y es en ellos, y a través de ellos que nos identificamos y que nos identifican, que nos asignan un lugar en la sociedad, una tarea, una función. Y todo eso nos lo cuentan y la sabemos aun cuando percibamos la cuota de constructividad de los mapas que nos recubren por entero.
Nada más oportuno que releer las palabras de otro poeta, León Felipe, el que nos dice:
‘Yo no sé muchas cosas, en verdad,
digo tan sólo lo que he visto.
Yo he visto la cuna del hombre
la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre
los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre
lo taponan con cuentos
y que el miedo del hombre
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos
y sé todos los cuentos ...’
Ahora bien, si el lenguaje lo cubre todo (si hemos sido mecidos, ahogados, taponados, y adormecidos con ‘cuentos’ ya todos ‘los sabemos’) es porque somos construidos, o mejor, nos construimos con esa madera narrativa de la cual los cuentos infantiles no son más que una de sus diversísimas manifestaciones.
Somos seres mediados y en tal sentido somos ‘puro cuento’, pura mediación. En unos casos para justificar las relaciones de superioridad, de poder y hasta de explotación; en otros, para levantarnos desde el cuento y mediante el poder del cuento, en actitudes de emergencia y de liberación.
Justamente en el sentido de las formas injustas de mediación, la antropóloga colombiana Milagros Palma ha dicho que la ‘mujer es puro cuento’. Sí que lo es, pero también los es el varón. Las relaciones humanas se montan sobre la base de autoimágenes y heteroimágenes. El cuento popular colombiano nos narra lo que la mujer es dentro de una determinada sociedad, cómo ha sido construida, de qué modo ella ha sido mecida, ahogada, taponada y adormecida. De qué manera es dormida y sometida. [Milagros Palma, La mujer es puro cuento. Simbólica mítico-religiosa de la femeneidad aborigen y mestiza. Quito, Abya Yala, 1991].
Y así como hay una literatura ‘feminizadora’ de la mujer que señala y justifica su inferioridad como ser humano, hay también una literatura ‘infantilizadora’ del niño que lo somete, tal como lo ha dicho José María Carandell, una verdadera ‘colonización’.
Se les impide el ingreso al ‘mundo global’ a la mujer y al niño, se los ata en un rincón, bajo el pretexto de la feminidad absoluta de la primera y de la infantilidad radical del segundo. Las imágenes de los personajes de Juan Jacobo Rousseau, Emilio y Sofía, llenan no sólo la novela, sino que desde el siglo XVIII, satura la literatura de lo que aquí, de modo tan amplio, como restrictivo, llamamos cuento. Por cierto que respecto de la mujer ese fenómeno no viene del Ginebrino, pues ya sabemos sus raíces milenarias.
Pero ocupémonos, ya para concluir, del niño y de los cuentos que les cuentan a los niños. ¿Vamos a continuar aherrojando al niño – así como se hizo con la mujer y su feminidad – dentro de una ‘subcultura infantil’ controlada y dirigida en función de una sociedad que les niega el acceso a lo humanos? La ‘sub-cultura infantil’ ¿no está acaso en manos de un mundo en que todo lleva la mancha de la mercancía? ¿Los cuentos, las leyendas y las tradiciones, serán reformulados desde la construcción de la objetividad social en la que rige determinada moralidad destinada a frenar formas de emergencia social?
Carandell, a quien ya hemos citado, ha observado el papel de tutela ideológica que juega una literatura femenina y una literatura infantil programadas. De qué manera lo que a los niños – en el caso de la narrativa – les llega del Quijote es una caricatura destinada a reforzar relaciones de control. Y de qué manera es necesario que así como exigimos la construcción de un nuevo mundo para la mujer, también tomemos conciencia de la construcción de un nuevo mundo para los niños. [José María Carandell, Protagonista: el niño. Estudio preliminar a la novela de Edgar Allan Poe Las aventuras de Arturo Gordom Pym, Barcelona, Orbis, 1986, p. 11-37].
Y los cuentos – en la medida en que siempre estaremos mediados por ellos – ya no serán para mecernos y taponarnos.

1 comentario:

  1. el poder es todo lo que lo mueve al hombre,es como un imán que lo atrae y esto lo hace mas importante, en la medida que los de su entorno lo reconocen como...tal.
    Pues sería bueno volver al texto que en Antropología leímos sobre la creación del hombre...¿para qué lo creó?para un fin, para ser adorados y que pudieran conocer su grandeza. nos es lo mismo entonces PODER????LU

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